Ir al contenido principal


Yo no puedo. No te puedo explicar a vos que nunca jugaste al fútbol. A vos que te gusta más el chimento que la número 5. A vos que no te emocionás con el himno de Italia '90. A vos que decís 'Brasil' y pensás en la playa y en el carnaval. Yo pienso en una camiseta amarilla que hay que derrotar como sea. No te puedo contar a vos que creciste atrás de la play. Pero no te confundas: no es una cuestión de generación. No hace falta ser mayor o 'viejo' para entenderlo. La cosa va por otro lado. No te puedo explicar a vos que repetís como loro 'el mejor en su momento, pero como persona...', arrogándote una autoridad moral que no te es propia y con el agravante de que ni siquiera fuiste o sos el mejor en tu ámbito. Sería como un diálogo entre extraños que hablan idiomas diferentes. Estéril y absurdo. Le quiero contar al que no lo vio pero lo presiente, que se queda mudo cuando ve a un 'viejo' con lágrimas cuando repiten el gol a los ingleses, que ve a un tipo 'viejo' que vuelve a llorar cuando ve la gambeta imposible contra medio Brasil que deja al Cani solo frente a Taffarel y es gol para siempre y es gol cada vez que lo repiten. Le quiero contar a ese pibe curioso que te pregunta, a ese que no lo pudo ver y lo conoce desde el presente y pregunta por qué una cámara lo sigue todo el partido si no está jugando a la pelota. A ese pibe que pregunta por qué la gente enloquece cuando lo ve, por qué los más grandes jugadores del mundo lo tienen de ídolo, por qué Ronaldinho, que es compatriota de Pelé, cuando se le preguntó por su jugador favorito de todos los tiempos respondió: Diego. A esos que preguntan, a esos hay que contarle quién fue. Gracias, siempre, Diego. Gracias por el fútbol.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La gente ama a los perros. Obviedad incontrovertible. Les endilgan frases heroicas como "Sentí su corazón, ese sí late por vos"; "El mejor amigo del hombre"; "Más conozco a los hombres, más quiero a mi perro". ¿Por qué ocurre esto? Porque son una legión de cobardes. Exigen un amor platónico, la idea perfecta del amor: inmutable, constante, presente; no su manifestación contingente. Exigen un amor romántico -pero no romántico a lo Lord Byron: más bien a lo Bécquer-: desmesurad o, sujeto a demostraciones continuas, gráfico hasta lo teatral. Son cobardes que no aceptan el amor de los humanos que, pudiendo amar a otras personas, eligen a alguien por sobre los demás. Pero es un amor imperfecto, mutable, frágil, supuesto. Y proporciona un vértigo sin parangón: el de esfumarse en un instante y ser una sombra inmediatamente. Por el contrario, el amor de los perros es un amor dependiente, que otorga la seguridad de lo previsible, un amor fácil de anticipar que da l