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Mostrando entradas de julio, 2019
Yo no puedo. No te puedo explicar a vos que nunca jugaste al fútbol. A vos que te gusta más el chimento que la número 5. A vos que no te emocionás con el himno de Italia '90. A vos que decís 'Brasil' y pensás en la playa y en el carnaval. Yo pienso en una camiseta amarilla que hay que derrotar como sea. No te puedo contar a vos que creciste atrás de la play. Pero no te confundas: no es una cuestión de generación. No hace falta ser mayor o 'viejo' para entenderlo. La cosa va p or otro lado. No te puedo explicar a vos que repetís como loro 'el mejor en su momento, pero como persona...', arrogándote una autoridad moral que no te es propia y con el agravante de que ni siquiera fuiste o sos el mejor en tu ámbito. Sería como un diálogo entre extraños que hablan idiomas diferentes. Estéril y absurdo. Le quiero contar al que no lo vio pero lo presiente, que se queda mudo cuando ve a un 'viejo' con lágrimas cuando repiten el gol a los ingleses, que ve a u
Maradona es una especie de parámetro. De parámetro de la vida. Como figura enorme que es, no hay lugar para terceras opciones, grises o medias tintas: se lo ama o se lo odia. Y la medida de ese amor o de ese odio no es Maradona per se, sino más bien la naturaleza propia e íntima de aquellos que se adscriben en uno u otro bando. Se lo odia por su vida privada, que de privada ha tenido poco; se le enrostran hijos abandonados, se le acusa de ser un adicto, de haber tenido romanc es extramatrimoniales, de ser soberbio y la lista sigue. Quiénes profesan este odio? Mujeres que gustan del chimento, de los programas de la tarde, que de fútbol tienen poca o nula idea y más bien han pasado sus días con una esponja Mortimer en la mano a la espera del rescate salvador de Mr. Músculo. También hombres que raramente han rozado con el pie algún objeto con forma esférica y que lo único que han pateado en su vida son las patas de los muebles en plena madrugada y bajo una completa oscuridad. Cualq
La gente ama a los perros. Obviedad incontrovertible. Les endilgan frases heroicas como "Sentí su corazón, ese sí late por vos"; "El mejor amigo del hombre"; "Más conozco a los hombres, más quiero a mi perro". ¿Por qué ocurre esto? Porque son una legión de cobardes. Exigen un amor platónico, la idea perfecta del amor: inmutable, constante, presente; no su manifestación contingente. Exigen un amor romántico -pero no romántico a lo Lord Byron: más bien a lo Bécquer-: desmesurad o, sujeto a demostraciones continuas, gráfico hasta lo teatral. Son cobardes que no aceptan el amor de los humanos que, pudiendo amar a otras personas, eligen a alguien por sobre los demás. Pero es un amor imperfecto, mutable, frágil, supuesto. Y proporciona un vértigo sin parangón: el de esfumarse en un instante y ser una sombra inmediatamente. Por el contrario, el amor de los perros es un amor dependiente, que otorga la seguridad de lo previsible, un amor fácil de anticipar que da l