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Alexander Bakhirov. Fragmentos desde el oriente europeo


(...) el ensayo de marras, anunciado con gran pompa por los secuaces de Vodelic en el invierno de Ostrava, no permitía refutación alguna: a una quirúrgica prolepsis seguía una argumentación impecable sobre la ideología libertaria de los proscriptos. Como agregado innecesario pero ciertamente muy efectivo, había una suerte de narración de los días en que gobernaba Zemanek: censura preventiva, ensañamiento ideológico, persecución racial y los tan famosos procesos judiciales sumarios. Éstos últimos consistían en la detención forzada de cualquier sospechoso, su traslado inmediato a los gulags de la Taiga y la posterior condena final. Bodelic sabía que esto molestaría sobremanera a Zemanek; esa conciencia lo hizo escapar de Ostrava durante una noche de nevisca y refugiarse en un hotel portuario de Sebastopol. 
Cuatro años después los afiches con la cara de Bodelic seguían decorando en segundo plano las calles y comercios de toda Ostrava y no había joven estudiante o anciano reprimido que no conociera al detalle ese rostro de ojos azules y mirada desesperada que pedía la cabeza de Zemanek y la revolución inminente en todo el país. 

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Gheorghe Biek declaró que la fe es el único camino para liberar al hombre, que la voluntad no quebrada es más fuerte que un ejército, que si un hombre se lo propone, puede vencer él solo a cualquier dictadura. Sus argumentos fueron respondidos con cuatro balazos: estaba en el paredón de un gulag, a escasos kilómetros de la Taiga.

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Zemanek fue cortejado por una actriz de variedades: la rechazó. En su corazón endurecido y frustrado sólo había sed de venganza.

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Vika Ivanova era de las mejores alumnas de la universidad de Ostrava. En aquel invierno asesino, leía durante la madrugada los escritos de Otto Disch. La tenue y depresiva llovizna de cada noche subrayaba la tristeza de Vika, cuando no azuzaba recuerdos traumáticos y dolorosos de su pasado.

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Había una extraña relación entre la tristeza de Vika, los días en Kolyma y los hechos de Ostrava

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De alguna manera oculta y remota, los hechos de Ostrava prefiguraron la caída de Dubcek y el trágico fin de la Primavera.

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"La supuesta bondad de las personas es un riesgo que no aconsejaría tomar" Le dijo Stroszek a Bodelic en la noche lloviznosa de Sebastopol.

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El viento, casi imposiblemente frío, transformaba las gotas de rocío en astillas de vidrio que se incrustaban en las manos y en la cara de Bodelic; el invierno criminal de Kolyma, lejos de doblegarlo, endurecía el corazón de este hombre, dado antaño a las palabras amables y al trato atento. 

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En una habitación anónima de Ostrava, Vika leía a Zemanek y lloraba sin pausa; el líder del Partido era un acabado canalla y nadie lo había advertido: más aún, sus secuaces lo adoraban y entronizaban su figura hasta la devoción.

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En su momento, Dubcek -ocupado como estaba en su ascenso dentro del Partido- no pudo advertir las arteras maniobras de Zemanek. Éste, sinvergüenza como ya se ha indicado, fue hilando el entramado de intrigas que llevarían a Ostrava al fin de la Primavera. En aquellos días Biek era la voz estentórea de la oposición. Y he aquí el hecho más absurdamente curioso: Bodelic, Dubcek y Biek (quienes respondían a intereses muy dispares) fueron deportados al mismo tiempo al infierno helado de la Taiga.

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En una de las calles menos transitadas (y tal vez ya olvidadas) de Ostrava había un pequeño edificio de departamentos. Allí pasaba sus horas Vika.
Una tarde, posiblemente por error, llegó a sus manos una carta sumaria con el siguiente texto:

["El terrible calor, la falta de aire fresco, las insoportables condiciones de hacinamiento, nos han agotado. Estamos medio famélicos. Algunos de los prisioneros más viejos, quienes se han debilitado y enflaquecido tanto, han muerto durante el viaje. Sus cadáveres fueron abandonados al costado de las vías del tren"

A. Baghirov.]

Vika dejó caer el papel y quedó aplastada en su cama, llorando histéricamente y con la respiración entrecortada, maldiciendo el nombre de Zemanek.

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Bodelic y sus seguidores se reunieron varias veces en bares subterráneos durante el invierno de Srebrenica; en el aire flotaban el olor a muerte, el ruido de los disparos y la inminencia del fin.

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Vika supo a través de las cartas de Baghirov que en un pequeño y oscuro bosque, que era atravesado por el camino que unía Kløzny con Srebrenica, un grupo ni reducido ni numeroso de católicos había sido ejecutado. Sus cuerpos, inmediatamente apilados, fueron abandonados a la nieve y la tumefacción. El hecho obedeció a una controvertida disputa dentro del Partido. Posteriores cabos que fueron siendo atados condujeron a la revelación, al mismo tiempo espeluznante y previsible, de que la masacre había nacido de una orden de Zemanek. . .

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Durante mucho tiempo se creyó -y aun se confió- en las buenas intenciones de Zemanek. Al decir de todos, él era el único que podía salvar al Partido, destruir a la Oposición (Bodelic, Baghirov, Biek y, por erráticos períodos, Stroszek, operaron por algunos años desde Sebastopol) y garantizar a los desclasados un lugar de privilegio en la vida pública de Ostrava.

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["He presenciado casi todo; muchas veces tuve que apartar la mirada: el horror me apabullaba; estuve oculto lo más que pude; el frío me iba quitando la movilidad y mis manos habían comenzado a sangrar. No eran muchas personas, tampoco un grupo pequeño; no pude contarlos: estaba aturdido por el espanto. Fueron dispuestos en fila -cada uno llevaba un rosario- y se les ordenó que juntaran las manos en señal de plegaria. Varios soldados cargaron sus fusiles automáticos y comenzaron a disparar. Los pocos segundos que duró la balacera me parecieron océanos de tiempo; el frío era insoportable y lentamente comenzaba a nevar en el bosque blanco. Ahogué el llanto y vomité, tanta era mi repulsión por lo que estaba viendo. Seguí agazapado hasta que al pelotón se le ordenó subir al carro de asalto mientras un soldado encendía el motor. Los cuerpos ya formaban parte del bosque y muy despacio se iban llenando de nieve, que caía en lánguidos copos. Después de haber visto esto, siento ganas de colgarme."

A. Baghirov]

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Vika fue amante de Zemanek durante algunos años, aunque se encontraban sólo cuando el líder del Partido estaba borracho, de madrugada y malhumorado tras alguna tediosa reunión. Vika sólo tenía lo peor de Zemanek (del Zemanek hombre, porque el Zemanek personaje era una bestia con uniforme, infinitamente peor, un montruoso minotauro político, a quien ningún miembro del Partido deseaba enfadar).

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["Aún seguimos en Sebastopol, entre el frío inhumano que llega desde el mar, la nevisca nocturna que pretende matarnos y algunas noticias confusas sobre el destino inmediato de la ciudad"

A. Baghirov]


["Acabamos de dejar Srebenica. Estamos escondidos en el bosque esperando el paso de las patrullas; al despuntar el alba, marcharemos a pie hasta las afueras de Kløzny; no podemos darnos el lujo de ser detectados. Dos noches atrás escuchamos muchos disparos pero, aunque ateridos por el frío, roídos por el hambre y paralizados por el terror, no abandonamos el bosque, ya blanco y helado. No sabemos cuánto tiempo nos llevará llegar a la ciudad. 

A. Baghirov."]


["Sebastopol, el frío es demasiado para un grupo de hombres sin abrigo y mal alimentados; sólo podemos volver con la conciencia de una victoria inminente. Podemos ser detenidos de un momento a otro. Confiamos en nuestros amigos de Ostrava. 

A. Baghirov."]

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La fractura fue profunda. Los miembros de la resistencia estaban desperdigados por toda la región, y aún más lejos. Baghirov, Bodelic y Dubcek junto a algunos otros, escondidos en los suburbios de Srebrenica; Biek, en Ostrava, con nombre falso y trabajando como despachante de almacén; Zaüner (por quien casi nadie tenía demasiado aprecio y confianza), en Kløzny, esperando órdenes. 
Vika era el único nexo de información entre los opositores y Zemanek; sólo su lealtad o negligencia podían mantener el equilibrio o precipitar un desenlace brutal y trágico.

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No dejaba de llamar amargamente la atención el hecho de que un traidor como Zemanek fuera el jefe espiritual del Partido y un cuasi héroe como Bodelic pasara sus noches en el frío imposible de Kolyma. 

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Bodelic provenía de un pequeño pueblito del sur, casi en la frontera; sufrió penurias financieras y escasez de comida durante toda su vida; la leva lo reclutó para las expediciones militares de octubre y no volvió a su tierra sino varios años después.
Durante su servicio en el ejército había podido leer a Itzakov, los ensayos de Novshenko, los poemas suicidas de Ströbel y casi todos los fragmentos filosóficos de Göttfried Zaüner. 

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La casi totalidad de los hechos de Ostrava se debieron a la frase con la cual Zemanek clausuró su libro y entró para siempre en la cúpula del Partido. 

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Una década antes de los hechos de Ostrava, y como exaltación pornográfica de su persona (había sido despreciado cuando niño, denostado en sus días de estudiante y desdeñado como marido), Zemanek tuvo la desfachatez de escribir un libro: "Acerca de nosotros como pueblo y nación: una interpretación coherente y precisa de nuestra esencia". Un título grandilocuente, aburrido y estrafalario que, si no desalentaba al lector habitual, lo crispaba hasta el límite de la condenación. 

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La disputa con Bodelic era anterior a la proscripción; se sabía de antemano que Zemanek era un sinvergüenza, pero su prestigio y su posición dentro del Partido, lo hacían prácticamente intocable. 
Fue un tanto sorpresivo -aunque era largamente anhelado- el exilio forzado de Bodelic; nadie quiso recoger el guante arrojado por Zemanek, nadie.
Cuándo había comenzado todo esto? Fue tal vez el mismo Partido el que creó el cisma? O la publicación masiva de "La tantálica libertad", el violento ensayo de Bodelic? 

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El texto contenía muchos párrafos prescindibles, citas impertinentes y aseveraciones de lo más arbitrarias; por lo demás, prescindible también, el autor ponderaba su persona, idolatraba su nombre y situaba su figura (en una artera maniobra compensatoria) por encima de los personajes que le eran contemporáneos; pero nada de eso (lo cual era suficiente para excolmugar a Zemanek de todos los claustros universitarios y aun del mismísimo Partido), se comparaba con el último capítulo del libro. 

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Zemanek redacto él mismo y firmó de puño y letra la extradición de Bodelic. Era un asunto que tranquilamente podría haber estado en manos de cualquier secretario inferior; pero era tal el encono de Zemanek con su íntimo adversario que no quiso tercerizar el asunto: lo había tomado como algo inevitablemente personal. 

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Era el anochecer de un invierno mortalmente frío en Kolyma. Bodelic bajó en la estación de Magadán, sin equipaje y con un abrigo raído que había pertenecido a Akaky Akákievich. Hacía cinco meses que no salía el sol; el blanco gélido de las nubes perpetuas destrozaba el ánimo del más fuerte; un viento con filo de navaja azotaba la región durante todo el día. Junto a Bodelic se encontraba George Biek, el escritor. 

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Al comienzo del invierno, muchos opositores a las ideas de Zemanek habían sido detenidos: la noche antes de diciembre, un asalto masivo y ejecutado con precisión desembocó en el arresto de casi todos los colaboradores y amigos de Bodelic.

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La gente ama a los perros. Obviedad incontrovertible. Les endilgan frases heroicas como "Sentí su corazón, ese sí late por vos"; "El mejor amigo del hombre"; "Más conozco a los hombres, más quiero a mi perro". ¿Por qué ocurre esto? Porque son una legión de cobardes. Exigen un amor platónico, la idea perfecta del amor: inmutable, constante, presente; no su manifestación contingente. Exigen un amor romántico -pero no romántico a lo Lord Byron: más bien a lo Bécquer-: desmesurad o, sujeto a demostraciones continuas, gráfico hasta lo teatral. Son cobardes que no aceptan el amor de los humanos que, pudiendo amar a otras personas, eligen a alguien por sobre los demás. Pero es un amor imperfecto, mutable, frágil, supuesto. Y proporciona un vértigo sin parangón: el de esfumarse en un instante y ser una sombra inmediatamente. Por el contrario, el amor de los perros es un amor dependiente, que otorga la seguridad de lo previsible, un amor fácil de anticipar que da l