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Hans Baldung. Tod Und Frau. 1518-1520?

El tiempo, la soledad, el amor, la muerte, la angustia. Todo está en esa imagen. Y aún más, porque las resonancias de una obra de arte son infinitas: cambian con el tiempo y con el espectador.

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La gente ama a los perros. Obviedad incontrovertible. Les endilgan frases heroicas como "Sentí su corazón, ese sí late por vos"; "El mejor amigo del hombre"; "Más conozco a los hombres, más quiero a mi perro". ¿Por qué ocurre esto? Porque son una legión de cobardes. Exigen un amor platónico, la idea perfecta del amor: inmutable, constante, presente; no su manifestación contingente. Exigen un amor romántico -pero no romántico a lo Lord Byron: más bien a lo Bécquer-: desmesurad o, sujeto a demostraciones continuas, gráfico hasta lo teatral. Son cobardes que no aceptan el amor de los humanos que, pudiendo amar a otras personas, eligen a alguien por sobre los demás. Pero es un amor imperfecto, mutable, frágil, supuesto. Y proporciona un vértigo sin parangón: el de esfumarse en un instante y ser una sombra inmediatamente. Por el contrario, el amor de los perros es un amor dependiente, que otorga la seguridad de lo previsible, un amor fácil de anticipar que da l