Éste será el refugio. La guarida lejos de la exposición. A nadie le importan mis palabras; entonces, ¿para qué mostrarme? Éste será el reducto alejado, aquel norte helado que estuve persiguiendo en los días de 2007. Todo se irá acumulando, sedimentando, apilando. Habrá ejercicios, habrá experimentos, habrá ensayos, pruebas, intentos. Pero siempre seré yo y mi abismo. Y me voy a reflejar tantas veces que terminaré curado de tanto ver el vacío oscuro y perturbador. Nada. Nada más por el momento
Maradona es una especie de parámetro. De parámetro de la vida. Como figura enorme que es, no hay lugar para terceras opciones, grises o medias tintas: se lo ama o se lo odia. Y la medida de ese amor o de ese odio no es Maradona per se, sino más bien la naturaleza propia e íntima de aquellos que se adscriben en uno u otro bando. Se lo odia por su vida privada, que de privada ha tenido poco; se le enrostran hijos abandonados, se le acusa de ser un adicto, de haber tenido romanc es extramatrimoniales, de ser soberbio y la lista sigue. Quiénes profesan este odio? Mujeres que gustan del chimento, de los programas de la tarde, que de fútbol tienen poca o nula idea y más bien han pasado sus días con una esponja Mortimer en la mano a la espera del rescate salvador de Mr. Músculo. También hombres que raramente han rozado con el pie algún objeto con forma esférica y que lo único que han pateado en su vida son las patas de los muebles en plena madrugada y bajo una completa oscuridad. Cualq...
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